31 de julio de 2011

La química de los opuestos

El primer encuentro en la pantalla de Katharine Hepburn y Spencer Tracy es una secuencia con una gran carga erótica: sus personajes son dos periodistas, él cronista deportivo y ella comentarista política, que trabajan en el mismo diario y están enfrentados desde sus respectivas columnas. Tracy acude al despacho del director, abre la puerta y la cámara desciende rápida desde su rostro hasta las larguísimas piernas alzadas de la Hepburn, que está ajustándose sus medias de nylon sentada sobre una mesa. Esa presentación es impresionante. Las miradas de ella que se suceden y, especialmente, esa manera en que deja entreabierta su boca (nunca antes había aparecido tan atractiva y femenina), y las devueltas por Tracy, expresan que el deseo y la atracción han sido fulminantes, inmediatos.

Dicho legendario momento está contenido en “La mujer del año” (“Woman of the Year”, 1942), dirigida por el californiano George Stevens sobre un oscarizado guión original de Ring Lardner Jr. y Michael Kanin, y primera de las nueve películas que Tracy y Hepburn protagonizaron juntos. Desde ese film inaugural hay ya una química avasalladora, una redonda compenetración entre la pareja. Este rodaje puso los cimientos de su compleja y mítica relación, que se consolidaría en la siguiente película, “Keeper of the flame” (1942) de George Cukor.

Es curioso como la ficción puede superponerse a la realidad, porque los desencuentros iniciales de sus dos personajes parecen una extensión de los de las propias dudas de Tracy y Hepburn en la vida real antes de conocerse. A tenor de lo que contó ella en su autobiografía, cuando le propusieron a Tracy como coprotagonista para “La mujer del año” comentó: “Me pregunto si trabajaremos bien juntos. Somos muy diferentes”; mientras que a su vez Tracy le dijo a Garson Kanin cuando este le aseguró que tenía un guión ideal para ambos: “¿De verdad crees que trabajaríamos bien juntos? Somos bastantes diferentes”. Aunque quizás no dijeran exactamente eso y se trate de apuntes destinados a reforzar la leyenda de la pareja (y muchos escritores y periodistas siguen, conociéndolo o no, el consejo del periodista que encarnaba Carleton Young en “El hombre que mató a Liberty Valance”: “Print the legend”).

Es difícil encontrar mejores ejemplos sobre la atracción de los opuestos que la asociación entre Tracy y Hepburn:
Ella era alta, delgada, feminista, inteligentísima, impulsiva, liberal y hostil al alcohol hasta el punto de tirar al río las provisiones de ginebra de Bogart y John Huston durante el rodaje de “La reina de África”. Él era corpulento, socarrón, pausado, reflexivo, alcohólico y casado. Frente a la actuación, ella prefería la preparación a conciencia y los ensayos, y mejoraba a cada toma; mientras que el método de él se basaba en la espontaneidad, la naturalidad y daba lo mejor de sí en la primera toma de una escena, desmotivándose en las sucesivas.

La anécdota sobre su primer encuentro es ya histórica. La cuenta magníficamente el guionista y director Garson Kanin en su libro de 1970 “Tracy & Hepburn. An Intimate Memoir” (si no me equivoco, aún no ha traducido al español): el productor de la película, Joseph Leo Mankiewicz, los presenta en el plató de “La mujer del año”; Hepburn contempla desde sus altos tacones a Tracy y, a pesar de ser más baja que él, le espeta con su mejor sonrisa:

Eres bastante bajo, ¿no?
No te preocupes, encanto, – atajó Mankiewicz antes de que Tracy replicara – Él te cortará a medida (“He´ll cut you down to size”).

Centrándonos en “La mujer del año”, se trata de una inteligente comedia de ritmo distendido, pausado, y por lo tanto atípica en plena época de las screwball comedies (comedias alocadas) de Hawks, McCarey, Lubitsch, Preston Sturges, Wesley Ruggles, Cukor y otros.
No obstante, su tema central es el de la batalla de los sexos, el del sinuoso camino jalonado de momentos cómicos que conduce al emparejamiento entre hombre y mujer, tema que es también el de casi todas las screwball.
Pero es sobre todo su tono sobrio, contenido, al que no es ajeno el estilo interpretativo de Spencer Tracy (en cierto modo, el anti-Cary Grant), el que desmarca de las screwball a esta comedia de Stevens.

Y también otro asunto que el film trata abiertamente y de una forma ambivalente: el de la mujer emancipada y trabajadora.
¿Es en este sentido una película conservadora, incluso reaccionaria, en su visión de la incorporación de la mujer al mercado laboral, al éxito profesional?, ¿o bien una obra que apoya dicha causa pero sin eludir la deshumanización a la que puede llevar una entrega absoluta al trabajo, una cuestión muy actual?. Está claro que cada espectador sacará sus propias conclusiones.

Sobre las comedias de Stevens de principios de los cuarenta pesa un cierto inmerecido olvido, menor en el caso de “La mujer del año” a causa de su condición de película lanzadera de su pareja protagonista. Realizadas a continuación de ésta, “The Talk of the Town” del 42 y “The More the Merrier” del 43 (estrenada aquí como “El amor llamó dos veces”), merecen una revalorización.

“La mujer del año” se cierra con una secuencia extraordinaria que no quisiera dejar de destacar, una secuencia casi enteramente muda que no figuraba en el guión y que añadió George Stevens, que había sido el cámara de numerosos cortos de Laurel y Hardy, como homenaje al cine cómico mudo. Es un tour de force de 13 minutos, en el que la Hepburn, enfundada en un abrigo de visón, intenta preparar el desayuno a Tracy mientras este duerme en su habitación. Es la primera vez en su vida que lo hace y comete un hilarante catálogo de torpezas: no sabe cómo levantar la tapa de la cocina de gas, ni cómo encender un fuego, pretende batir los huevos sobre una bandeja y con la ayuda de un colador, vierte una desorbitada cantidad de levadura a un bizcocho, no controla la tostadora…
Pocas veces la Hepburn estuvo tan divertida y natural.